domingo, 10 de marzo de 2013

Hora de aventuras y literatura.

Tengo el pequeño defecto de leer todo lo que cae en mis manos, desde prospectos de medicamentos (no os lo recomiendo, soy hiponcondriaca desde entonces) hasta cualquier cosa que el editor de turno en su colocón de maría decidió que viera la luz. Aunque a veces encuentras cosas interesantes.

Las mujeres casadas no hablan de amor (Melanie Gideon). No apto para diabéticos. La romántica empedernida que habita en mi y que por mucho que intente asfixiarla, nada, está encantada con este título. Una segunda oportunidad para una pareja que se daba por perdida. Minipunto y punto para el amor auténtico.

La sonrisa de las mujeres (Nicolas Barreau). Me lo pintaron muy bien, buena crítica y muchos ejemplares en los escaparates de El Corte Inglés. Error. Pasteloso, sencillo, incluso vulgar. No recomendado (¿veis? ahora la romántica empedernida ha ido a por el tabaco al salón y yo he tomado el mando. Muahahahahahaha)

La química secreta de los encuentros (Marc Levy). He de decir que he leído varios libros suyos. Y salvo Las cosas que no nos dijimos, que es más digerible, el resto sólo se pueden leer los domingos resacosos con mucho chocolate y una manta. Sino puedes empezar a dudar de tu cordura. Marc, chato, tenemos que hablar.

La marca del meridiano (Lorenzo Silva). Yo no soy mucho de novela policiaca, pero poco a poco el libro me fue enganchando. No creo que lo recuerde dentro de cinco años, pero pasé muy buenos ratos con él entre las manos. Dinámico, fluido y algún punto sensiblero, un libro ligero.

Una vacante imprevista (J. K. Rowling). HIJA DE PUTA. PERO A VER, MAMONA DE MIERDA, YO CRECÍ CON HARRY POTTER, ¿ME PUEDES EXPLICAR CÓMO HAS PASADO DE UNA COSA A LA OTRA ASÍ, SIN NINGÚN TRAUMA RESEÑABLE NI NADA? Hmmm, perdón. Sí, como iba diciendo, un drástico cambio de una autora que nos tenía acostumbrados a literatura juvenil y que ahora escribe sobre drogadictos, putas, violaciones y niños muertos. Maravilloso.

El grito de la tierra (Sarah Lark). Me gustó. Un poco pesado a ratos, pero últimamente la romántica que hay en mi sale mucho a pasear (¡¡TENGO QUE ACABAR CON ELLA!!). Eso sí, las relaciones incestuosas siguen sin hacerme mucha gracia, por muy lejano que sea el parentesco. Que no, coño, que no.

Flora Poste y los artistas (Stella Gibbons). Tras el éxito de La hija de Robert Poste (que, obviamente, no leí), encontré este libro por ahí. "Bah, si la primera parte fue buena, esto debe ser una chufla". Y no, La hija de Robert Poste tengo que leerlo, porque si es la mitad de bueno que este, olé. Divertido y original para la época, una lectura imprescindible ahora.

El jardín olvidado (Kate Morton). Y mi suegra erre que erre con que me lo leyera. Y yo que desde verano lo tengo en mi casa, y como la semana que viene voy a verla, me he visto "obligada" a leermelo. Suegra, te quiero. Pocas veces un libro me ha enganchado tanto desde el principio hasta el final. Una historia triste y preciosa. Un best seller con el que no voy a apedrear infieles. El próximo que voy a comprarme para mi biblioteca.

Y como no podía ser de otra forma, según lo acabé me puse a buscar otro. Esta vez el elegido ha sido Las horas distantes. Tampoco me ha decepcionado, pero me ha dejado peor sabor de boca. Y es que apenas hace unas horas que lo he acabado. Demasiado trágico para mi domingo relax.

Por último, pero no por eso menos importante, tenemos Historia torcida de España (Javier Traité). Aún voy por la mitad, pero descojonándome desde el prólogo. Es que Traité es MUY grande. Ya os contaré qué tal, mientras tanto podéis leer su Historia torcida de la literatura. Yo con ese casi me hice pis en el metro.

Un besote, lectores.

Bit.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Metro de Madrid: Estafa.

Buenas noches, niños y niñas. Hoy estoy muy cabreada. ¿Quién ha sido el culpable? Leed el título, coño.

Pues eso, este mes me he dormido un poco en los laureles, se me caducaba el abono mensual el día 5 (otra de las putadMARAVILLOSAS cosas del nuevo abono joven zona A, es fantastibuloso) y me he dado cuenta hoy. Como cojo bus antes que el metro, me ha tocado pagar 1.50 para llegar al metro, pero bueno, ya saco el abono en el metro y listo. ERROR.

Resulta que en la parada donde suelo coger el metro "las máquinas no están preparadas para este tipo de abonos" me ha dicho el segurata, con mucha mala follá el colega. Me he quedado entre patidifusa y entre cagándome en los santos del pelirrojo de los cojones. "A partir de Legazpi puedes recargarlo" añade con  muy mal tono, el mamón. He pagado mis dos euros (iba hasta la puta última parada, llegaba tarde a currar y no me iba a bajar dos paradas después para sacar el abono habiendo tenido que pagar otro 1.50 para poder entrar).

Y digo yo, cabezas pensantes del metro, ¿PARA QUÉ PUÑETAS ME HACEN USTEDES PAGAR CUATRO EUROS, CAMBIARME EL TIPO DE ABONO POR UNO MUCHÍSIMO MÁS INCÓMODO SI ENCIMA NO TIENEN SERVICIO EN TODAS LAS ESTACIONES? ¿ES QUE SUS SEÑORAS MADRES GASTARON TODO EL OXÍGENO QUE TENÍAN PARA FUMAR CANUTOS DE CUATRO EN CUATRO Y NO LES LLEGABA A LA PUTA PLACENTA? (Correcciones ante esto último no, que hoy he arrancado más de una oreja a algún tarugo gilipollas). ¿SE CREEN USTEDES MÁS LISTOS QUE NADIE?

Porque vamos, obligar a alguien a cambiar un servicio por otro que no puede usar, es de gilipollas integral. De subnormal. De imbécil. Demuestra una oligofrenia digna de estudio.

Yo ya tengo mi reclamación puesta. He intentado ser educada, amable no tanto. Que se pongan las pilas, que precisamente poco no pagamos.

En fin, me voy con el señor Javier Traité y su Historia torcida de España, a ver si me anima un poco la noche como sólo él sabe hacerlo. Ay, Xavi, cásate conmigo.

Bit.