miércoles, 30 de noviembre de 2011

España, país de hijos de puta.

Hoy, hablando con el señor @Arehandoro (chicas, un partidazo, de verdá de la güena. Más majo que las pesetas, guapo, rico (lo será, creedme), cariñoso, inteligente...¡¡que me lo quitan de las manos!!) y matando el tiempo en el trabajo (si mi jefe me viera...) hemos empezado a divagar sobre política y, en definitiva, sobre los españoles y este carácter nuestro tan particular.

Generalmente me da por reír, y río por no llorar, pero es que es verdad, somos muy hijos de puta todos. Y encima parece que nos gusta demostrarlo, que no nos avergonzamos de lo que hacemos y ¡hala! qué más da, que se entere todo el mundo, a mi plin, yo duermo en Pikolín. Evidentemente, jamás me van a dar trabajo en una oficina de turismo, pero me puedo dar con un canto en los dientes por tener trabajo. Porque si por muchos de esos hijos de puta fuera, aquí no tenía trabajo ni el barrendero.

Me da por pensar en los medios de comunicación. Y automáticamente se me viene a la mente la palabra DEMOCRACIA, esa idea tan bonita (COMO IDEA) pero tan poco práctica a veces. Sin ir más lejos, ahora mismo. Los medios nos hacen creer en esa falsa idea de la democracia, nos hacen creer que existe, que nosotros tenemos la última palabra. ¡¡Qué equivocados que estamos todos, esto es España y somos unos hijos de puta!! Pero ellos también se equivocan. Gracias a internet (niños, en internet hay algo más que porno, ¡¡leed e informaos un poquito, que es gratis!!) el mundo entero se ha revolucionado. Todos (o casi todos, que Sálvame tiene mucha audiencia) hemos sido testigo de la revuelta global, hemos pedido un cambio. Desde los paises árabes hasta Estados Unidos, pasando por Europa. Y me he sentido orgullosa de ellos, de la gente que se echa a las calles, que lucha por el cambio, porque se respeten sus derechos. Porque, joder, estamos en pleno siglo XXI, hemos despertado. No vivimos con el temor al brazo represor de la Iglesia, nosotros elegimos a nuestros dirigentes de forma democrática para que luchen por nosotros, para tener una calidad de vida, para ser libres (AY QUE ME MEO TOA). Y todo esto es muy bonito, sí. Pero soy española, y aquí somos harina de otro costal. Aquí somos diferentes, esto es un mundo a parte, son otras normas, otras leyes.

En España somos muy hijos de puta. Y mientras miramos embobados cómo en otros países la gente se echa a la calle, nosotros estamos en el sofá haciendo zapping. Porque somos así, porque luchar por tus derechos cansa, y "si no hay bares yo paso". Que me podéis decir lo que queráis, pero esa es mi idea y no me lo quita nadie. Porque lo he visto con mis propios ojos y esa traición duele más que un tampax mal puesto. Nos ha pasado lo de siempre, nos hemos desinflado. Pero qué os voy a contar a vosotros, que como españoles (la mayoría de los lectores), estaréis hartos de verlo. Qué os voy a contar de un país que sólo parece unido cuando gana su selección. Un país donde impera el "me da igual a quién pisar para conseguir lo que quiero, porque soy español, y muy hijo de puta, y es así y es lo que hay".

No malinterpretemos. Soy española, y me gusta mucho esto. No sé, te das cuenta de lo mucho que te gusta donde vives cuando sales fuera. La comida es un asco, la gente es una mierda. Y los españoles somos muy mierdas, pero qué queréis que os diga, para aguantar una mierda ajena, me como la mía. Que al final se le coge cariño.

En definitiva, que somos todos muy hijos de puta, pero que como en casa en ningún sitio. Y aquí seguiré quejándome de lo mucho que me duele la herida, pero seguiré quitando la costra, porque la costra es mía y me la quito cuando quiero.

Bit.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

En definitiva, me gustas tú.

Sé que probablemente no me perdones por lo que voy a hacer. No, sé a ciencia cierta que no me vas a perdonar, pero sabes que yo no puedo callarme. Lo siento, pero prefiero que te enfades a que me salga una úlcera.

Hoy quiero hablar de ti. De las cosas que me gustan de ti. Ya, ya lo se, cambia esa cara y cierra la pestañita de una vez, tú sabes que no quieres seguir leyendo. Y yo quiero escribirlo. Ya que no te lo puedo decir a ti, necesito soltarlo, y mi blog es mío y me lo follo cuando quiero. Así que largo, fuuu fuuu.

Me gusta cuando duermes. En serio, admiro tu capacidad para dormirte en casi cualquier circunstancia. Y estás realmente guapo dormidito.

Me gusta tu sonrisa. Es fascinante, de verdad. Y el sonido de tu risa, a veces lo echo mucho de menos.

Me gusta que me sorprendas. Sí, te he dicho mil veces que odio las sorpresas, incluso has sufrido las consecuencias. Pero me encanta que me sorprendas porque sabes cómo hacerlo. Y es realmente genial.

Me gustan nuestras conversaciones telefónicas. El "cuelga que te llamo yo". Hablar de todo lo que nos pasa.

Me gusta tu olor. Me vuelve loca. Y me gusta que lo utilices para conseguir cosas sucias.

Me gusta que me digas guarradas. Y que me las hagas.

Me gusta nuestros momentos de aburrimiento y locura. Reirnos por todo, que me hagas cosquillas, que yo intente hacértelas y que acabemos tirados en el sofá agotados de hacer el capullo.

Me gusta la confianza que tenemos. Poder decir cualquier cosa que se nos pase por la cabeza sin ofendernos ni extrañarnos.

Me gustan tus motes cariñosos, incluso el que está prohibido.

Me gusta que te preocupes tanto por mi, y que me dejes que me preocupe yo por ti. Que nos cuidemos y nos mimemos.

Me gusta lo buen amo de casa que eres. Tu maña en la cocina, aunque me lo dejes todo echo una porquería, pero después de comer lo que cocinas, eso deja de importarme. ¡Y sabes hacer la compra!

Me gusta haber encontrado en ti a un amigo incondicional. Que cuando estoy mal aguanta carros y carretas, mi SPM y lo que se ponga por delante, con tal de sacarme una sonrisa. Y siempre lo consigue. Creo que eso es lo que más me gusta de ti.

En definitiva, me gustas tú. Mucho, mucho, y mucho.

Bit.

martes, 22 de noviembre de 2011

Hoy ha sido un día muy mierder. Muy muy mierder. De esos días en los que, con más placer que si estuviera recién follada, me cargaba a todo el que tuviera la mala suerte de cruzarse conmigo.

En el trabajo mal. Pero mal de muy mal. De que tengo muchas cosas pendientes que no consigo acabar. Me jode ponerme con algo y de repente "Bit, ven un momento para tal cosa". Lo hago y en vez de volver a lo que estaba haciendo me mandan otra cosa. Y de nuevo "Bit, ven un momentito, por favor". Y ya son dos cosas que tengo a medias, y así con todo. Es realmente frustrante, me hace sentir incapaz, insegura, inútil. Mina la confianza en mi misma en el tema laboral.

Y no se os ocurra llamarme derrotista ni decirme que me lo tomo todo a la tremenda, no habla Bit, habla su SPM.

Luego lo de siempre, la gente. Su asqueroso comportamiento, su asquerosa forma de decir las cosas; su asquerosa vida. Y mi asquerosa manía de decir "otra oportunidad más". Me agota, me consume. Me cansa portarme bien con la gente, poner buena cara aunque me ofendan. ¿Por qué no puedo ser como el resto? Una cerda arpía sin sentimientos ni remordimientos a la que se la sopla la gente, sus circunstancias y la puta madre que parió al vecino. En definitiva, una "persona" más. Me gustaría, pero no siempre puedo. Por suerte o por desgracia (últimamente suele ser lo segundo), soy bastante empática y hago mía la frase de "haz lo que quisiera que te hicieran a ti" (pero no creo que funcione en el caso de ir comiendo coños por ahí, que es lo que me gustaría. ¿O sí? Si lo pruebo os diré si funciona o no). Y así me va, jodida por todas partes.

Tengo muchas ganas de llegar a casa, noche de pizza casera, y luego meterme en la cama a oscuras y ver un par de capítulos de Fringe. Y después llorar y desahogarme hasta quedarme dormida como un bebé. A veces es necesario.

Bit.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Creo que esta es la entrada que más me ha costado escribir. Sin duda, la que más tiempo he tardado, la que más recuerdos ha reavivado, la que más dolor me ha causado. Pero creo que es completamente necesaria. Creo, desde la distancia que hay y el tiempo que ha pasado, que te lo mereces. Y ahora, al fin, puedo ser justa.

Hace casi un año de la última vez, ¿te acuerdas? Fue la noche antes de tu cumpleaños. Yo volvía cansada de un viaje absurdo, tú estabas allí, esperándome, con esa mirada tuya de no haber roto un plato. Fuiste a buscarme al aeropuerto, no te esperaba, y me alegró. Me sentía ridícula, triste, cansada...y verte allí, tu cara, tu sonrisa, me animó. ¡Por fin!, pensé, una cara conocida, una mirada amable y una sonrisa llena de cariño. Querías volver a intentarlo. Nos merecíamos otra oportunidad. Me regalaste (otra vez) aquel anillo que tanto me gustaba y que pensaba que había perdido (debo decirte que lo encontré en los bolsillos de unos pantalones este verano, sabes que soy así de despistada), y ese detalle me encantó. Pero aquello ya no tenía sentido. Ambos lo sabíamos, aquello ya no tenía arreglo. Y el día de tu cumpleaños, te lo demostré.

Habíamos quedado para cenar y ver el partido, era la prueba de fuego, si aquello iba bien, estaríamos haciendo lo correcto. Pero no fui. Cancelé el plan horas antes porque tenía miedo. Me aferré a mi fuerza y a mi independencia, porque no soportaba la idea de quererte. No quería querer, no quería estar enamorada de ti. ¿Y si te ibas? ¿Y si volvías a dejarme? ¿Qué iba a hacer yo? Así que me alejé de todo, seguí adelante. Pero semanas después estaba desesperada, sabía que me había equivocado e intenté reparar mi error. Demasiado tarde.

Te propuse quedar, tomar un café, charlar. "No creo que sea buena idea", y con esa frase el mundo se me cayó a los pies. Sabía lo que venía a continuación. "He conocido a alguien". Y yo, yo también la conocí a ella meses después. Y sentí envidia de ella. De la suerte que tiene de que estés a su lado. De que cada día le hagas sonreír como hacías conmigo.

Muchas veces te he escrito. Aquí, por mail, en papeles que he ido encontrando. Unas veces con rabia, otras con ansiedad, amargura o resentimiento. Incluso a veces te he escrito porque te echaba de menos y necesitaba a mi amigo a mi lado. Te he escrito mil cartas de despedida que jamás he podido mandar. Pero esta sí te la voy a mandar. Al menos, espero que te llegue de una forma u otra, porque ya no sé como contactar contigo. Al menos sin que me muerdan.

Alberto, quiero despedirme de ti. Creo que después de un año puedo hacerlo y es el momento. Quiero acabar con todo, poder pasar página y acabar este triste capítulo de mi vida. Quiero poder ser feliz de verdad, sentirme bien con otra persona que no seas tú. ¿Sabes? Creo que me está pasando. Creo que puedo confiar en alguien tanto como confié en ti. Y ahora ya no tengo miedo, pero no puedo ser libre sin antes haberte dicho todo esto. Te quiero, te quiero mucho y siempre te voy a querer. Porque fuiste la persona más importante de mi vida. Me apoyaste siempre, y en los peores momentos siempre estabas ahí. Y por eso te quiero y te doy las gracias. Pero ahora puedo decir que eres mi pasado, y que yo soy mi presente. Creo que vuelvo a ser feliz, feliz como lo era cuando podía sonreirte. Feliz como lo fui durante un tiempo contigo. Y en parte es gracias a ti. A tu lado me convertí en lo que soy, y quiero agradecértelo.

Quiero pedirte algo antes de acabar. Sé feliz, por favor. Haz felices a los demás. Y nunca, jamás, se te ocurra cambiar.

Te quiero.

Mery.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Ilusiones

Cambio radical en cuanto a la anterior entrada. Hoy no estoy enfadada, ni echo espuma por la boca ni he apuñalado a nadie, nada de eso. Hoy simplemente estoy pocha. No sé, triste, melancólica, algo desilusionada y desencantada.

La ilusión es como una mecha que prende rápido, pero es tan fácil que el agua la apague...Es tan fácil hacer que yo pierda la ilusión y la esperanza por algo, que cualquiera puede hacerlo. Reconozco que es mi culpa, me ilusiono fácilmente y luego me pasa lo que me pasa. Pero es tan reconfortante tener ilusión en las cosas, me ayuda tanto a sonreír...

No todo uno sale como quiere, y odio esa sensación de perder la ilusión en algo que empezaba a tomar forma. No sé si me explico, la verdad es que me da igual. Esta entrada no es para vosotros, es para mi. Para desahogarme, para no gritar, para no hablar con nadie. Es para ordenar mis pensamientos, aliviar mis sentimientos y sentirme algo mejor.

A veces no sé ni por qué me empeño en creer en algo que no puede ser.

Bit.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Lo que no me pase a mi 2.0

En la entrada anterior comenté, a modo de anécdota, algo que en su momento me pareció divertido e inocente. Un chico al que había conocido (y no recuerdo) que me llamaba por teléfono, incluso me invitó a cenar. Bien, esa noche, amablemente, le respondí a un sms diciendo que no me volviera a llamar. Incluso le di las gracias por entenderlo.

Qué equivocada estaba, señor, qué equivocada. Ayer me volvió a llamar otras tropecientas veces y no se lo cogí. No quería ser antipática, pero me sentó muy mal y le mandé el siguiente sms: "¿Qué parte de no me llames, por favor, no has entendido?", y di el tema por zanjado.

Hasta que esta tarde recibo otra llamada mientras estaba trabajando. Me ha dejado un mensaje en el buzón de voz, que he escuchado (más por curiosidad que por interés). Sólo he entendido palabras sueltas "hospital" "coche" "lo siento", y ya. Pero vamos a ver, jodido aborto mental, ¿no entiendes que no me interesas? ¿Que después del millón de llamadas tengo tu número a mano y si me interesara hablar contigo te habría llamado? ¿Que resulta muy molesto tener que apagar el teléfono para que me dejes en paz? ¿De verdad crees que después de este acoso voy a quedar contigo?

Armándome de paciencia, le he vuelto a escribir, esperando zanjar el tema de una jodida vez. Es o eso o tirarme a las vías del tren. Y aquí van los sms.

Yo: "He escuchado tu mensaje y no he entendido nada, se escuchaba fatal. Te pedí por favor que no me llamaras. Al menos no me llames mientras trabajo, es incómodo" Y lo es, mi jefe me ha preguntado un par de veces que por qué no cojo el teléfono.

Él (ser iluminado donde los haya) una hora después: "Perdona, Bit, ¿estás disponible ahora?" (Ay, yo lo mato, lo mato).

Yo: "No, estoy trabajando. Pero no me llames, por favor, he intentado ser simpática, pero déjalo".

Él: "La verdad es que me caiste muy bien el otro día, sólo intenté devolverte la llamada, no quiero que te sientas mal, te llamaré fuera de horario de trabajo si me lo permites, claro. Un beso, Bit"

Vamos a ver, chaval, ¿eres tonto? ¿No lo entiendes? ¿Qué puta tara mental tienes? ¿Te abandonó tu madre? ¿Por qué todos los retrasados mentales me tocan a mi?

En fin, que hoy vengo calentita con el tontolapolla este. Puto cansino y retrasado de las pelotas, no te diera un derrame cerebral y perdieras la capacidad de hablar. Que la de razonar no la tuviste nunca.

Quitando eso, me he dado cuenta de que la gente tiene la educación donde Rajoy la inteligencia. Not found. ¿Tanto cuesta dar las gracias? Debe ser que soy rara, y me crié en la escuela del "por favor" y "gracias". Cualquier mínimo gesto, como abrirle la puerta a alguien, ceder el sitio en el autobús, etc. En serio, ¿cuesta mucho girarse y dar las gracias? No os estoy pidiendo 100 euros para salvar a los osos polares (desconozco si están en peligro, y la verdad es que ahora mismo me importa un huevo), simplemente que DEIS LAS PUTAS GRACIAS. Que ya no pido una sonrisa, que soy la primera que a veces no tiene putas ganas de sonreír, pero aunque sea con cara de perro, las gracias las doy siempre. Hostia.

Pero no sé de qué me sorprendo, esto es España, donde cada uno va a su puta bola y pasa de todo. Y si hay que pisar a alguien se pisa, eso sí, sin mirar por si nos entran remordimientos. En fin, que no se note mucho que el género humano me da un asco increíble, que luego me enchufan Prozac y paso.

Por favor, que llegue ya el sábado, que aún no sé si irme a beber con las perroputas o quedarme en casa viendo Fringe. Eso sí, hoy, como cada viernes, noche del PPP. Pijama, pizza, peli. Que me lo he merecido. Y ya lo dejo, por hoy ha sido mucha la mierda que he soltado. Qué bonito es todo.

Bit.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Lo que no me pase a mi...

Esta vez tengo excusa y de las buenas, ¡¡es real!! Un ser adorable y achuchable al que llamaremos Cu, me ha tenido el ordenador secuestrado 5 días, pero ahora funciona de putísima madre. Y aquí estoy, trasteándolo de nuevo más feliz que un guarro en un charco.

Semana de lo más extraña, hoy concretamente día agotador. Ganas de mandar a la mierda el trabajo aumentando. Si no fuera porque me encanta lo que hago, me hacía la maleta y me iba a Londres a darle por culo a mi hermana hasta: a) Encontrar trabajo. b) Que se me acabe el dinero y tenga que volver. c) Que me mande ella antes de vuelta de una patada en el culo porque no me soporta. Ninguna de las tres opciones me termina de convencer del todo, pero ya se verá.

Como he dicho, semana de lo más extraña, sobre todo la noche del lunes. Obviamente salí de fiesta, y pasaron dos cosas que aún no me acabo de explicar.

1. Como siempre, cogí un taxi para llegar al centro. El taxista juró que me conocía. Lo juró y lo perjuró y acabé creyéndole. Creo, y me da miedo pensarlo, que se trataba del famoso "JoseLuí", un taxista muy majo que conocimos una noche, que nos dejó fumar y al que le juramos amor eterno. Al final me acabó dando su mv del trabajo y el personal, por si necesitaba que me fuera a buscar a alguna parte en cualquier momento. Muy muy majo el colega, pero sigo pensando quién coño será y de qué noche loca me conoce.

2. En algún momento de poca lucidez, se ve que le dí mi número a un tal Juan que lleva dos días llamándome, que me ha descrito físicamente, sabe de qué trabajo y sabe mi nombre. Pero yo ni puta idea de quién es el colgado. Eso sí, me ha invitado a cenar. Muy majo el chico. No, no voy a ir a cenar con él.

Cuando me pasan estas cosas me planteo seriamente dejar de salir en plan destroyer. O dejar de beber directamente. Pero claro, luego salgo con mis amigos de cañitas "tranquis" y acabo llegando a casa a la mañana siguiente con una cogorza del copón y varias heridas de guerra. La culpa no es mía, es de ellos, pero se lo perdono.

Eso sí, este fin de semana juro y perjuro que no salgo. No me llaméis, por favor, no quiero ni puedo salir. Bueno, el sábado una tarde de cañeo me lo puedo permitir, pero nada más (JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA), en serio.

En fin, pequeñas meretrices del averno, espero que este mes pase pronto y que llegue ya el maltido día 18 para emborracharme como Dior manda. ¿Veis? No tengo remedio.

Bit.