domingo, 28 de octubre de 2012

Porque la vida puede ser...estresante.

Buenas noches, niños y niñas. Antes de nada, un consejo: aprended a decir NO y VETE A TOMAR POR CULO UN RATITO, MAJA. En serio, os será muy útil.

Todo empezó hace dos semanas con un inocente "voy a Madrid a pasar unos días con mis hijas" y aún no ha acabado. Sí, mi madre está aquí, y a pesar de que no paramos de discutir y gritar, en el tiempo que le queda libre se dedica a reformarme la casa y la vida. No puedo ponerme un tampón sin preguntarle antes dónde coño los ha metido, no soy capaz de encontrar el papel de cocina ni las tijeras para cortarme las uñas. Agotador.

Y vale, no es que yo sea el adalid del orden, pero al menos soy capaz de saber dónde guardo las cosas y luego (aquí viene lo gracioso) ACORDARME. Porque la señora, con toda su buena fe y sus 40 años llevando su casa, pone cada cosa donde mejor le parece, pero luego no es capaz de recordar dónde. Y ahí vienen los líos.

Por otro lado está mi hermana, la única persona que conozco capaz de dejar a Hitler como un simpático alemán con bigote gracioso. No se soportan, no se toleran, cuando están juntas en casa es necesario (y creo que obligatorio) llevar uno de esos cascos que se usan en las obras. Los objetos vuelan sin una diana concreta y las palabras con capaz de cortar diamantes. Y a mi cada vez se me cae más el pelo.

Y por último mi amado novio, compañero fiel y crítico feroz. Y en medio de todo eso estoy yo, como responsable suprema de todo lo que pasa. Sintiéndome culpable porque mi pareja tenga que convivir con esto y sufrir las manías de su neurótica suegra. Sintiéndome culpable porque no puedo evitar que mi hermana y mi madre se enzarcen en una batalla épica cada vez que pasan cinco minutos en la misma habitación. Y sintiéndome fatal porque no soy capaz de disfrutar unos días con mi madre.

Luego os extrañaréis de que haya entrado en un cortinglés con una escopeta de caza y haya matado a todas las de "¿No quiere probar una muestra de Eau de cacá?". Y claro, mis vecinos siempre dirán eso de "Siempre saludaba".

Bit.

jueves, 4 de octubre de 2012

Vuelta al cole.

Esta semana ha comenzado mi particular vuelta al cole. Después de una merecida semana de vacaciones, me ha tocado volver a la rutina de una forma un tanto estresante. No ya sólo por la vuelta al trabajo, sino porque durante mis últimos días de vacaciones, mi adorado paraíso al que suelo llamar casa, ha sido arrasado por un auténtico ciclón al que suelo llamar hermanas.

Sí, no hay nada más estresante a la vuelta de vacaciones que encontrarte tu casa llena de gente. Divertido, sí, pero estresante. Maletas hasta en la bañera, la nevera a reventar de comida que, de hecho, ya está empezando a caducar y el sofá overbooking total. Pero son mis hermanas (y sus respectivos acompañantes) y los tengo que querer.

Pero ya estamos a jueves, y todo ha vuelto a la normalidad. Relativamente. Una de mis hermanas trajo una maleta demasiado grande para "tres o cuatro días". Vamos, que se queda. Que este fin de semana me toca hacer sitio en el armario. Y yo que pensaba que eso era una leyenda urbana, una mierda para mi. En fin, ahora somos tres.

Pero volvamos a lo de la vuelta al cole. El trabajo. Mi apasionante y glamuroso trabajo. Uy, con esta carcajada seguro que baja la vecina a pedirme que me calle. No, en serio, mi trabajo. La verdad es que estaba preocupada porque mi jefe no me llamó en toda la semana. Creo que por fin, a sus 64 años, ha descubierto cuál es el agujero por donde mea y ya no le hago falta. Volví el lunes muerta de miedo por la cantidad indecente de trabajo que me esperaba. En mi empresa el concepto "vacaciones" es algo así como "tú vete, pero cuando vuelvas tendrás que hacer todo lo que hubieras hecho en esa semana de trabajo, aunque tengas que dormir aquí", pero como es demasiado largo, lo llamamos vacaciones. Mucho más cómodo. Pero para mi sorpresa, no fue así. Todo estaba hecho, apenas tuve que hacer un par de llamadas. Maravilloso.

La semana no podía ir mejor, apenas he tenido trabajo ni pufos que solucionar. Y hoy jueves, casi fin de semana. Pero no todo es perfecto, para nada. Hoy ha sido EL DÍA.

Me he levantado algo tarde, y entre pitos y flautas he acabado saliendo de casa sin desayunar y con el pelo a lo Michael Jackson pero en rubio. Un desastre. Llego al trabajo, me pongo a solucionar problemas técnicos con mi jefe, un par de llamadas y demás. Lo típico. Excepto porque el teléfono no ha dejado de sonar. Literalmente, no ha dejado de sonar en toda la puñetera mañanita. Meucci, te odio.

Pero el punto ágido ha llegado por la tarde. Y todo gracias a una señora, por llamarla de algún modo, altanera, borde, prepotente y maleducada a la que, con mucho gusto, hubiera cogido del pelo con sus carísimas mechas y la hubiera estampado contra el mostrador. Y sin inmutarme. El sexo es vida, señora, practíquelo.

Después de unos 30 cigarrillos y un cáncer de pulmón, he salido de trabajar, me he montado en el coche y he vuelto a casa. Agotada, cabreada, hambrienta y con muchas ganas de meterme en la cama. Un día más.

Bit.