jueves, 4 de octubre de 2012

Vuelta al cole.

Esta semana ha comenzado mi particular vuelta al cole. Después de una merecida semana de vacaciones, me ha tocado volver a la rutina de una forma un tanto estresante. No ya sólo por la vuelta al trabajo, sino porque durante mis últimos días de vacaciones, mi adorado paraíso al que suelo llamar casa, ha sido arrasado por un auténtico ciclón al que suelo llamar hermanas.

Sí, no hay nada más estresante a la vuelta de vacaciones que encontrarte tu casa llena de gente. Divertido, sí, pero estresante. Maletas hasta en la bañera, la nevera a reventar de comida que, de hecho, ya está empezando a caducar y el sofá overbooking total. Pero son mis hermanas (y sus respectivos acompañantes) y los tengo que querer.

Pero ya estamos a jueves, y todo ha vuelto a la normalidad. Relativamente. Una de mis hermanas trajo una maleta demasiado grande para "tres o cuatro días". Vamos, que se queda. Que este fin de semana me toca hacer sitio en el armario. Y yo que pensaba que eso era una leyenda urbana, una mierda para mi. En fin, ahora somos tres.

Pero volvamos a lo de la vuelta al cole. El trabajo. Mi apasionante y glamuroso trabajo. Uy, con esta carcajada seguro que baja la vecina a pedirme que me calle. No, en serio, mi trabajo. La verdad es que estaba preocupada porque mi jefe no me llamó en toda la semana. Creo que por fin, a sus 64 años, ha descubierto cuál es el agujero por donde mea y ya no le hago falta. Volví el lunes muerta de miedo por la cantidad indecente de trabajo que me esperaba. En mi empresa el concepto "vacaciones" es algo así como "tú vete, pero cuando vuelvas tendrás que hacer todo lo que hubieras hecho en esa semana de trabajo, aunque tengas que dormir aquí", pero como es demasiado largo, lo llamamos vacaciones. Mucho más cómodo. Pero para mi sorpresa, no fue así. Todo estaba hecho, apenas tuve que hacer un par de llamadas. Maravilloso.

La semana no podía ir mejor, apenas he tenido trabajo ni pufos que solucionar. Y hoy jueves, casi fin de semana. Pero no todo es perfecto, para nada. Hoy ha sido EL DÍA.

Me he levantado algo tarde, y entre pitos y flautas he acabado saliendo de casa sin desayunar y con el pelo a lo Michael Jackson pero en rubio. Un desastre. Llego al trabajo, me pongo a solucionar problemas técnicos con mi jefe, un par de llamadas y demás. Lo típico. Excepto porque el teléfono no ha dejado de sonar. Literalmente, no ha dejado de sonar en toda la puñetera mañanita. Meucci, te odio.

Pero el punto ágido ha llegado por la tarde. Y todo gracias a una señora, por llamarla de algún modo, altanera, borde, prepotente y maleducada a la que, con mucho gusto, hubiera cogido del pelo con sus carísimas mechas y la hubiera estampado contra el mostrador. Y sin inmutarme. El sexo es vida, señora, practíquelo.

Después de unos 30 cigarrillos y un cáncer de pulmón, he salido de trabajar, me he montado en el coche y he vuelto a casa. Agotada, cabreada, hambrienta y con muchas ganas de meterme en la cama. Un día más.

Bit.

No hay comentarios:

Publicar un comentario