domingo, 4 de septiembre de 2011

Septiembre... ¿por qué?

Terrible. Esto es terrible. Ya estamos en septiembre, lo que significa mucho, MUCHÍSIMO, trabajo. Y eso creedme que es terrible. Para mi, para Bit, para la persona que ahora mismo aporrea el teclado con saña. Para el blog es lo mejor del mundo, muchas anécdotas, muchos cabreos...todo muy maldito.

Vuelta de vacaciones, la gente lo quiere todo para ayer. Y yo tengo que hacer como que me importa algo, es mi trabajo. Pero en realidad, en el fondo de mi ser, me rio malignamente mientras pienso que lo llevan claro, que eso tardará al menos un mes. Vuestro futuro está en mis manos, malditos hijos de una hiena.

Pero hay algo que es guay. De hecho es muy guay porque sólo pasa una vez al año y es romper un poco la rutina, pero que cuando estás ahí metida en el jaleo, te parece una santísima mierda. El GRAN concurso. Una semana de trabajar 12h diarias, con una hora para comer, sin fin de semana y mierdas de esas que se acuerdan en convenio. Una semana de estrés pero de momentos divertidísimos. El año pasado, sin ir más lejos, tuve que salir corriendo a vomitar cuando un conocido miembro de una importante e influyente familia intentó ligar conmigo. Patético. Muy patético. Vomitivo. (Bueno, también es verdad que ese día me podía hacer vomitar cualquier cosa, es lo que tiene la resaca, que es muy mala). Pero es divertido, estás en el campo, se supone que trabajas pero en realidad no haces nada. Y encima pagan dietas.

Y después de eso una semana de vacaciones. Y ya estoy haciendo planes muy muy nazis.

Otro domingo más que sumar a la lista de días poco productivos, pero deseando ya que llegue el siguiente (atención a mi etiqueta favorita, que os doy pistas y ni lo veis) y salir un poco de la rutina. 

Como anécdota de la semana hay una muy buena. No la iba a contar, porque fue bastante vergonzosa, pero cosas peores me han pasado. Uniforme: pantalón y camisa. Sujetador algo justo, con esto de las hormonas me han crecido (más) las tetas. Os podéis imaginar la cara del cliente cuando me agaché y una de mis citadas tetas decidió irse de parranda ella sola. Así, sin avisar, traspasando la barrera del sujetador y la camisa. Un show. Digno de ver. Vergonzoso. Rezo desde entonces porque el cliente no vuelva nunca más. O al menos me haya puesto un mote divertido. Señor, qué cruz de vida.

Bit.

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