lunes, 2 de enero de 2012

Yo sobreviví a las rebajas.

Empezamos el año hablando de rebajas, porque si me pongo a hablar de recortes me cierran el blog y me toca huir a Afganistán por lo menos, y es que allí en verano tiene pinta de hacer calor. Y yo, que soy tan blanquita y tal, ir rojo langostino todo el día...pues como que no, ¿sabéis? Y se os coge cariño y tal.

A lo que iba, que me pierdo. Os voy a enseñar cómo sobrevivir a las rebajas (post inspirado en la señorita @Sartpo la pobre, qué mal lo tiene que estar pasando) porque yo ya he sobrevivido a ellas y es tela de chungo.

A ver, niños y niñas, vayan tomando asiento y abran sus Pinta y Colorea por la página 3. Cojan el lápiz rojo. Fernández, he dicho que lo coja, no que se lo coma, a ver si voy a tener que llamar a sus padres. Bien, ya estamos todos, ¿no? Peeeeeeerfecto, empecemos.

Lo primero, lo imprescindible para sobrevivir a unas rebajas es armarse de paciencia. O de Valiums. Pero vamos a centrarnos en la opción recomendada por cualquier médico, es decir, la de armarse de paciencia. Como consejo así, en petit comité, os diré que también es bueno que os arméis con imperdibles o tijeras pequeñas, por si la cosa se pone chunga. Pero vamos, que si os pregunta la poli, yo no he dicho nada. Muy bien, así me gusta, azucarillos para todos. Perea, como vuelva a llegar tarde no le dejo entrar. Que me distrae a los niños y así no se puede.

Sigamos. Te levantas por la mañanita temprano, te pegas un duchazo, te tomas una buena taza de café (o Nesquik, lo que sea) y un par de galletas y hala, a currar. Es muy importante que mientras vas en el metro, lleno hasta la bandera de padres y madres con niños y carritos, visualices en qué te vas a gastar el dinero que te paguen después de las rebajas. Ayuda mucho a suavizar las ganas de asesinar.

Llegas, te calzas el uniforme, te retocas un poquito el maquillaje y venga, al tajo. Se abren las puertas y empieza a entrar la gente. Sonríe, saluda, observa. En seguida aparecerá la típica maruja que se dirigirá directamente a la mesa del 50%. Tranquilos, nenes, que no panda el cúnico. Primero la acechas en la distancia. Obsérvala, déjala que se confíe y cuando vaya a coger una prenda para tirarla desordenada y arrugada sobre el resto, sin orden ni concierto, ¡ZAS!, te plantas a su lado. "¿Puedo ayudarla en algo?" le dices sonriente, mientras te cagas en toda su ascendencia, por lo menos hasta la Edad Media. Ella siempre, repito SIEMPRE, te dirá que no, que está mirando. Eso si se digna a contestarte, claro. Pero no pasa nada, no te desilusiones, porque en cuanto te des la vuelta y te pongas a doblar ropa de otro montón en el que habrá estado metiendo mano una maruja a la que no has visto llegar, te llamará al grito de "NENA" (o "NENE", aquí no se discrimina a nadie) para pedirte alguna talla. Y tú, con tu sonrisa de suficiencia tienes dos opciones:

a) Lo siento, ya no queda nada (mentira podrida, pero pasas de mover un dedo por esa pedorra)
b) Espere un segundo, que voy a mirar en el almacén (mentira más podrida aún, bajarás al almacén y tuitearás alguna burrada mientras haces tiempo) Lo siento, ya no queda nada.

Vivirás unos instantes de dicha al observar a la maruja triste y desamparada, pero tu felicidad se truncará rápidamente al comprobar que tienes la tienda llena de marujas idénticas. O lo que es peor, quinceañeras "fototuenti" que no pararán de dar por culo y mirarte con aires de superioridad. "Ya verás qué risas cuando acabe la carrera y tú estés trabajando en un McDonalds, zorra de mierda", pensarás mientras doblas la montaña de camisetas que las putas de mierda esas te han tirado por el suelo.

Pero no pasa nada, nenes y nenas, lo importante es tener la moral alta. Después de horas y horas de saludar, sonreir, doblar, saludar, sonreir, doblar, si tenéis suerte, tendréis un ratito de descanso para comer y fumar. Saldréis a la calle, la veréis repleta de familias felices cagándose de frío, pero sonrientes porque te van a hacer la vida imposible. Y mientras fumas como si te fuera la vida en ello, imaginas todas las formas posibles de muerte por mutilación parcial.

Vuelta al curro, saludar, sonreir, doblar, cagarte en el puto dolor de pies, saludar, sonreir, doblar, mirar el reloj, saludar, sonreir, doblar, ¿pero es que esta gente no tiene casa ni trabajo ni familia a la que dar por culo?. Pero no pasa nada, porque a final de mes, habrás hecho más horas que una puta en Nochevieja y cobrarás mucho dinerito para irte de copas o drogarte hasta que te olvides de por dónde esnifas la coca.

González, que se duerma me parece una opción como otra cualquiera, pero deje de babearme la mesa, que luego las de la limpieza se niegan a pasar la bayeta y me toca hacerlo a mi. Bien, ¿estamos todos? Así me gusta, los últimos 10 minutos os los dejo libres, que os estáis portando muy bien.

Cuando te quieres dar cuenta queda media hora para el cierre, y te pones a dar saltitos de alegría. ¡¡CHUUUUPIIII!! Ayyy, ilusos, que sois todos unos ilusos. Pobres ignorantes de la crueldad del español medio. ¿No sabéis que somos tan españoles que lo dejamos todo para el último momento? Si la tienda cierra a las 20:00, pues entro a las 19:58, total, aún están abiertos, ¿no? Eso es así SIEMPRE. Que no os extrañe, chavalitos. Y ahí estás tú, a pocos minutos del cierre, arañando tu libertad, y entra el conocido como PCDMCDUH (o para que nos entendamos, Puto Cabrón De Mierda Cliente De Última Hora). Normalmente, este tipo de cliente sólo está mirando. Es un cliente con mucha seguridad en sí mismo, no se siente amenazado delante de un grupo de personas que le miran fijamente haciendo rechinar sus dientes. Ahí está, tan tranquilo, paseándose y mirándolo todo detenidamente. Como si la cosa no fuera con él (o con ella. Normalmente suele ser ELLA), como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si las personas que le miran afilando sus cuchillos y con cara de cabreo trabajaran por y para él y no tuvieran vida más allá del trabajo. Y dejadme que os diga algo, pezqueñines: el cliente de última hora NUNCA COMPRA NADA. Es así. Tengo la firme teoría de que Murphy basó su ley en este inexplicable acontecimiento. Pero, bueno, como dicen nuestros colegas gabachos, c'est la vie.

El cliente se va, todos pegan saltitos de alegría, suenan las campanas y sale confeti del techo. Se descorchan botellas de champán, suena música de los años 20 y la gente se abraza y se besa. Bueno, eso no pasa siempre, normalmente unos terminan de recoger y otros hacen caja, pero oye, qué bonito sería todo, ¿no?

Echas el cierre y pa casa. Has superado UNA jornada de trabajo, eres un machote (o una machota) pero es el primer día de rebajas. Bien, ya sólo te quedan dos meses, ¡¡mucho ánimo!!

Ya hemos completado el cursillo acelerado de "Yo sobreviví a las rebajas", pasad por la oficina y por el módico precio de 250 euros obtendréis el título, válido en cualquier país de la Unión Europea, a no ser que la Merkel diga lo contrario. Lo sé, es un poco caro, pero es que se me ha escacharrao el ordenador y me tengo que comprar otro. Todo sea por la supervivencia del blog, camaradas.

¡¡Felices rebajas!!

Bit.

2 comentarios:

  1. Qué gran definición de lo que son las rebajas, espero que sobreviváis, seguir la guía de Bit a rajatabla, que hay liadas pendientes y no me podéis faltar.

    Por que va a ser que no queréis un Bluco cabreado, ¿verdad? Os aseguro que el mundo no está preparado para ello...

    Un besazo!! ;)

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  2. Jajjajajajjajaja real como la vida misma, llevo 2 días de rebajas y ya me han pasado todas las situaciones ya mencionadas, ahora no duermo del dolor de pies. Biquiños rubia. Tailvoius!

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