lunes, 17 de diciembre de 2012

Noches de paz, días de infierno.

Amigos, ha llegado la Navidad. Bueno, en El Corte Inglés llegó hace mes y medio, pero es que esos son unos listillos. Pero sí, la temida navidad ha llegado, con sus cosas malas y sus cosas muy malas.

Entendedme, trabajo en un comercio, y con el paso de las campañas navideñas, aprendes a odiar estas fechas. Pero no es un odio del tipo "ver un papá Noel y matarlo a pedradas" (que ya llegará, calculo que en un par de años), no, es algo más del tipo "me cago en el capitalismo, en el consumismo, en la puta globalización y en el señora agarre usted a su niño, que como lo pille yo le arranco la cabeza". No sé, llamadme rara, pero estar todo el día rodeada de niños malcriados, padres estúpidos y gente impertinente en general, me pone de mala hostia.

Ese "yo soy más importante que el resto, yo tengo más prisa que el otro y tú vas a estar aquí hasta que a mi me de la gana" pues me joden. Yo también soy humana, también tengo una casa y una familia a la que comprarle regalos. Y si tú, hijo de la gran puta, estás en mi lugar de trabajo hasta las nueve de la noche cuando la hora de cierre es a las ocho, pues me jodes. Y mucho.

Me horroriza decorarlo todo. Me horroriza envolver regalos que tres días después me van a volver a traer, en sus divinos paquetes, para cambiarlos por otra cosa. Y lo que más me horroriza de todo es eso, los cambios y devoluciones.

Sí, lo sé, trabajar cara al público es duro, blablabla, todo el año. Pero en estas fechas lo es más. Así que, queridos y queridas (que socialista me ha quedado eso), os quiero pedir un pequeño favor. Cuando estas semanas vayáis a comprar esos regalos para vuestros seres queridos, pensad que la persona que os atiende, que os cobra, que os envuelve los regalos, es una persona como vosotros. Con sus buenos y malos días. Una persona con sentimientos, preocupaciones y responsabilidades. Una persona que a lo largo del día se come muchas broncas, reproches y malas caras de otros clientes. Pensad todo eso, y cuando os despidáis, hacedlo con la mejor sonrisa que tengáis. Quizá eso os parezca una tontería, pero os aseguro que esa persona no lo olvidará y lo agradecerá mucho. Tanto que, cuando llegue a casa, se sentará en el sofá y se lo contará a su familia.

Yo lo haría.

Bit.

2 comentarios:

  1. El "yo soy más importante que el resto, yo tengo más prisa que el otro y tú vas a estar aquí hasta que a mi me de la gana" es normal, pero más normal es en tu ciudad y con tus clientes. Ánimo, mapacha.

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  2. Es lo complicado del anonimato del que atiende desde el otro lado de la barra. casi todos los trabajos de cara al público están penados de la misma manera. Castigados con la mala educación de la gente que, a este paso, seguramente se vaya incrementando. Sólo te queda hacer de tripas corazón y no ponerte jamás a esa altura. Muy buena entrada, guapita. Muchos besos desde valencia, siguer así. ¡Ah! y ¡felices fiestas!

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