lunes, 20 de junio de 2011

Diario de una dependienta en apuros (III)

Llevaba mucho, mucho tiempo sin escribir sobre mis frustraciones laborales. O al menos sin dedicarles más de cuatro líneas. En realidad, si lo pienso bien, llevaba mucho sin escribir, pero la verdad es que nunca tengo tiempo, me estoy dedicando a mi verdadera vocación. Pero hoy ya tocaba.

Lunes, día del profesional, en general mucho trabajo. La mañana más o menos tranquilita, tenía unas cosas pendientes que me han llevado casi toda la mañana y se ha pasado relativamente rápido. Hasta las 13:50 que ha llegado el cliente puñetero de última hora. Total, que mi compañero se ha pirado con toda su cara (hoy ha llegado a eso de las 10:20) encima sabiendo que yo tardo muchísimo más en llegar a mi casa y que apenas me da tiempo a comer. Pues nada, he salido casi a las 14:30. Corriendo para casa, a engullir como podía la comida y otra vez para el curro. La tarde puñetera también, no demasiada gente pero de los que dan por culo, y mi jefe de charleta, que para eso es el jefe. Cerramos, estamos haciendo caja y veo un cliente que me llama a través del escaparate. Yo me he hecho la loca, porque sé que eso significa salir media hora más tarde. Bueno, el hijo de puta ha llamado a la tienda por teléfono pidiendo que le abriéramos que era una CONSULTA RÁPIDA. Loscojones. Tronco, si vienes a comprar ropita para la niña y encima eres colega del jefe, llévatela, que se la pruebe en casa tranquilamente y si no le vale la devuelves que no te van a decir nada. Pues no, "lo siento mucho, se que estábais cerrados, blablabla" pero he acabado saliendo 45 minutos más tarde, con dos cojones.

Por otro lado, subo al servicio y me encuentro lo que me llevo encontrando tres meses: mi jefe tiene pérdidas. De dignidad, de memoria y de orina. Se jacta de que después de su operación "meo como un hombre, con espumita y todo". Vale, me parece guay, ¡¡PERO MEA DENTRO, MAMÓN!! Nada, todo regado, como si aquello fuera un bar.

Más cabreada que una mona, salgo de currar y ya mirando el reloj veo que no me da tiempo a hacer la compra en el super de mi barrio, asi que entro en el que hay junto al trabajo. Justo cuando entran unos 40 universitarios de risas que se van de botellón. Me parece genial que estéis de vacaciones, que vuestros papis os mantengan y que seáis super hamijitos felices, pero ojala os de un coma etílico y no os volváis a cruzar en mi camino. Para pagar un puto paquete de pan tostado he tardado otros 15 minutos.

Y ahora por fin en casa, sé que algo ha pasado porque en mi calle hay policía, pero en mi casa no es así que me la trae un poco al fresco. A cenar pescadito a la plancha y a ver un rato la tele relajada, que me lo merezco. Menos mal que el jueves es fiesta (que me ha tocado discutirlo hasta la saciedad con mi jefe porque me decía que no, que ese día se trabaja, y yo le decía que sí, que a trabajar viniera él porque esta que está aquí ni jarta vino trabajaba) y tenemos chachi barbacoa donde pienso beber hasta cagar los tapones de las botellas.

Y eso, queso, que odio a la gente. Cada día más.

Bit.

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