jueves, 9 de diciembre de 2010

De leyes y otras patrañas

Después de unos merecidos días de asueto (laboral, se entiende), vuelvo a mi rutina y a mis lamentos. Porque sí, el trabajo es mi principal fuente de cabreos y blasfemias varias.

 Una mañana poco productiva, miro el periódico, leo un rato unos cuantos artículos y miro el reloj esperando la hora de salir. Hora de comer, llego al restaurante y después de 15 minutos esperando, cuando el local estaba vacío, la señorita de turno cree que es conveniente venir a tomar nota. Pido y tengo que esperar otros 25 minutos, muerta de sed, a que me traigan mi bebida y más tarde mi comida. Cabrones, si me queréis matar al menos podéis esperar a traerme la cuenta, ¿no? El trago hubiese sido más dulce. Empiezo a comer inmersa en la lectura del libro que tengo entre manos, pero lo doy por imposible cuando en la mesa de al lado se sientan 4 chicas de unos 19 o 20 años. Sonrío sabiendo lo que me espera. Y a día de hoy creo que soy la persona mejor informada de lo que ocurre en la facultad de derecho. Palabrita.

Otros 15 min esperando a que el tío tonto de turno decida cojerme la tarjeta y cobrarme, salgo del local. Voy al bar de siempre a tomar café antes de volver al trabajo, discuto un rato con los parroquianos y me cago en la puta madre que parió al gilipollas (o a la gilipollas, que hay de todo) que tuvo la brillante idea de prohibir el tabaco en los baretos el día 2 de enero. A tí te lo digo: ME CAGO EN TU PUTA MADRE.

Vuelvo al trabajo, una tarde bastante aburrida. Entra una chica, bastante amable, educada y de trato correcto y formal. Vamos, una persona agradable que te trata con el mismo respeto con el que la tratas tú a ella y que no te mira como si te estuviera perdondando la vida. Yo me ilusiono, muestro mi mejor sonrisa y la miro con ojitos de perrito abandonado. Hasta que comprendo que es de las típicas indecisas, que te hará dar tres mil vueltas y al final nada le convencerá. Agotada, enfadada y con la moral por los suelos, me vuelvo a quedar sola. Y salgo a la puerta a fumar. Y recuerdo la conversación en el bar y me vuelvo a cagar en los muertos de alguien.

Y llego a casa, pido comida en el chino, recojo un poco y, agotada, me siento a escribir algo aquí antes de que el agotamiento y la pereza hagan de este pequeño rincón algo olvidado. Porque sí, no es gran cosa, pero es mío. Y como es mío, suelto aquí la mierda que me sale de las pelotas.

Bit

3 comentarios:

  1. Te vas a tener que limpiar la boca con lejía.
    Y que problema hay con el tabaco?. Pobres camareros que tragan humo sin parar por tu culpa, que poco solidaria eres, fijo que eres de la zona alta de la meseta.

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  2. A mí lo del tabaco me parece perfecto.
    Me mata.
    Literalmente.
    No es la primera vez (y por lo visto no será la única) que me tengo que largar a la puta calle pq me ahogo muy mucho...

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  3. A mi me parece estupendísimo que haya locales en los que no se pueda fumar. Pero como comprenderéis, me toca los huevos sobremanera sentarme a tomar el café o una caña y no poder fumarme un cigarrito. Y punto.

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